Quizá por demasiado tiempo escapábamos de todo aquello que llamaba a la reflexión. Se prefería evitar la confrontación de ideas, es probable quizá, porque había una autopercepción de que no estábamos capacitados para emitir una opinión sobre temas tan importantes, como por ejemplo, sobre el rumbo de las acciones que el hombre está realizando y sus consecuencias para el futuro.
De pronto, en buena hora, estas discusiones que se limitaban a círculos académicos, empiezan a visibilizarse en libros que resultan transformarse en éxitos de ventas. El más emblemático, Yuval Noah Harari, con sus exitosos De Animales a Dioses y Homo Deus, que desde la antropología y con un lenguaje amigable, nos habla de los orígenes del hombre y nos predice con cierta exactitud sobre los cambios que vienen, las dificultades y oportunidades que nos tocará enfrentar.
Mucho antes, en círculos más pequeños, el sur coreano Byung-Chul Han, predecía sobre los cambios de una sociedad tecnificada y las redes sociales, advirtiendo y adelantando los diferentes estallidos y protestas en el mundo.
Hoy estos autores, son leídos por una nueva generación que de paso, incorporan a otros grandes pensadores que los precedieron, como el sociólogo Zygmunt Bauman y su concepto de la modernidad líquida, o reflotando mediáticamente a grandes pensadores como Umberto Eco y Michelt Foucault.
Se acaba de publicar Como un ladrón en pleno día de Slavoj Zizek, otro filósofo que enfrenta la contingencia del pensamiento en un lenguaje accesible a un lector mediano y que por intermedio de las redes sociales tiene opinión sobre los acontecimientos que nos aquejan, incluida la pandemia.
En Chile Carlos Peña comienza a ser leído, así como Alberto Mayol y Fernando Atria, sin contar la cantidad considerable de autores que revisan nuestra historia para conectarla con la contingencia, desde el más simple Baradit, hasta el documentado Salazar, o desde columnistas como Contardo o el comentarista Raul Sohr, sin olvidar el aporte a la astronomía y la ciencia de José Masa, como antes lo hizo Stephen Hawking en el mundo.